martes, 25 de octubre de 2016

Un homenaje a las madres





Úrsula se dio cuenta de pronto que la casa se había llenado de gente, que sus hijos estaban a punto de casarse y tener hijos, y que se verían obligadas a dispersarse por falta de espacio. Entonces sacó el dinero acumulado en largos años de dura labor, adquirió compromisos con sus clientes, y emprendió la ampliación de la casa. Dispuso que se construyera una sala formal para las visitas, otra más cómoda y fresca para el uso diario, un comedor para una mesa de doce puestas donde se sentara la familia con todos sus invitados; nueve dormitorios con ventanas hacia el patio y un largo corredor protegido del resplandor del mediodía por un jardín de rasas, con un pasamanos para poner macetas de helechos y tiestos de begonias. Dispuso ensanchar la cocina para construir dos hornos, destruir el viejo granero donde Pilar Ternera le leyó el porvenir a José Arcadio, y construir otro dos veces más grande para que nunca faltaran los alimentos en la casa. Dispuso construir en el patio, a la sombra del castaño, un baño para las mujeres y otra para los hombres, y al fondo una caballeriza grande, un gallinero alambrado, un establo de ordeña y una pajarera abierta a los cuatro vientos para que se instalaran a su gusto los pájaros sin rumbo. Seguida por docenas de albañiles y carpinteros, como si hubiera contraído la fiebre alucinante de su esposa, Úrsula ordenaba la posición de la luz y la conducta del calor, y repartía el espacio sin el menor sentido de sus límites. La primitiva construcción de los fundadores se llenó de herramientas y materiales, de obreros agobiados por el sudor, que le pedían a todo el mundo el favor de no estorbar, sin pensar que eran ellos quienes estorbaban, exasperados por el talego de huesos humanos que los perseguía por todas partes con su sordo cascabeleo. En aquella incomodidad, respirando cal viva y melaza de alquitrán, nadie entendió muy bien cómo fue surgiendo de las entrañas de la tierra no sólo la casa más grande que habría nunca en el pueblo, sino la más hospitalaria y fresca que hubo jamás en el ámbito de la ciénaga.



La determinación de Úrsula Iguarán  recuerda a esas madres que cargan con el peso de sus familias, no solo por los trabajos domésticos, sino también el soporte psicológico de una familia. Cuando leí la novela hace unos cuantos años me acordé de mi madre que siempre cargó con todo lo que rodeaba a mi familia, hoy releí este texto y ahora más que nunca me viene ella a la memoria; esa mujer que sacó adelante a cuatro hijos, un marido, unos cuantos mayores y una casa de unas dimensiones muy grandes que siempre acogía a todo el que se acercara por allí, ya fuera un familiar o un extraño. En mi casa el refrán donde comen dos comen tres era una realidad casi diaria, y mi madre nos enseñó esa lección.  

3 comentarios:

  1. Los personajes femeninos en García Márquez son enérgicos y decididos. Úrsula Iguarán es la matriarca de "Cien años de soledad" y se muestra con un carácter fuerte, resuelta y emprendedora. Esta entrada es un homenaje a esas madres sufridoras que con mucho sufrimiento sacaron en momentos difíciles a sus familias y a las actuales porque auque haya habido importantes cambios, la labor de madre sigue siendo infravalorada

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  2. Desde luego bonito homenaje a tu madre, y ahora ella recoge frutos de una familia construida con su entrega y sudores, ojalá todas las madres y mujeres tengan ése reposo en su vejez, de amor y cuidados, los mismos que a esa avanzada edad necesitan como si fueran niños de nuevo.

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  3. Joooo Jose me has emocionado, porque conozco ésta historia y debe de estar muy orgulloso de tu madre porque se lo merece. Pese a los infortunios que da la vida, podrá descansar por la pedazo familia que ha creado y por lo recompensada que está siendo. Un besito fuerte para ella y otro pa ti..

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